sábado



De punta en blanco, albura perfecta, impecable y feliz, en la puerta de casa, ocho menos cuarto de la mañana, en mi primer día "oficial" de clases, marzo de 1957.
El primero de 2888 días en el colegio Don Bosco de Mar del Plata. Ese mismo día conocería a mi primer maestro, el coadjutor salesiano don Héctor Botta y a mis primeros compañeros de clase, Francisco Abel Yanibello, Masitelli (uno que se orinaba encima cotidianamente), y a los únicos cuatro con los que terminaría los doce años de colegio en el mismo colegio: Carlos Daniel Parra, Osvaldo Tieri, Juan Carlos Juárez, y Carlos Cora.
El primer grado fue decepcionante para un niño que leía desde los dos años, y que hacía tiempo que escribía. El aburrimiento era total. Mi primer grado fue un verdadero perdedero de tiempo. Afortunadamente la parotiditis urliana saló en mi ayuda, y gracias a las paperas, estuve más de un mes sin ir a clases, lo que hizo que el suplicio fuera más llevadero...